La pandemia nos ha puesto a pensar sobre el grado de independencia que deseamos tener para equilibrar nuestras facetas laboral y personal.
Hoy es nuestro día de la independencia en Colombia. 211 años de haber decidido buscar nuestra soberanía.
Hoy en día nuestras reflexiones sobre la independencia han tomado un nuevo rumbo, gracias a otro actor, tal vez el más influyente de los últimos 100 años: Covid 19. 19 meses después de iniciarse este brote en China, hoy expandido por virtualmente todos y cada uno de los territorios de nuestro planeta, nuestra sociedad ha reaccionado de múltiples maneras frente al virus, siendo la más importante las cuarentenas, prácticamente la única arma medianamente efectiva contra este actor desconocido.
Nadie había experimentado esto en el mundo. Si, un par de señoras de más de 100 años fueron noticia por haber sobrevivido la gripe española y Covid, pero con seguridad su capacidad de acción y probablemente hasta de conciencia y memoria sobre la Gripe española es mínima o incluso nula. Por eso me parece válido decir que estamos viviendo una situación absolutamente desconocida por el mundo entero, por los casi 8.000 millones de habitantes del planeta.
Pero esta reflexión no es sobre Covid directamente, ni sobre los temas de salubridad pública. Hoy se trata de esos sentimientos y pensamientos que Covid nos forzó a sentir y pensar acerca de nuestros trabajos, de la forma en que ejercemos nuestras actividades laborales y en particular de cómo el trabajo se nos metió de la noche a la mañana a nuestros hogares, invadiendo nuestra privacidad y el mundo en el que naturalmente vivimos nuestra otra vida, la vida no-laboral.
Cabe aclarar en este punto, antes de continuar, que “cada persona habla de la fiesta como la baila”, lo que significa que cada persona tiene una experiencia tan única con estas condiciones de vida arcadas por Covid, que sería imposible aseverar que estas líneas describen la experiencia de la mayoría. No obstante, si me atrevo a decir que hay variables muy importantes en común acerca de nuestro sentido de libertad e independencia, dadas las condiciones mencionadas.
Nuestra libertad la damos por sentado, iba en automático en nuestras vidas. Sabíamos que el chip de papás entraba en descanso una vez nuestros hijos se subían a la ruta para ir al colegio, que el chip de esposo o esposa también entraba en reposo al salir de casa para el trabajo y que teníamos 8 a 12 horas para dedicarnos totalmente a nuestras actividades laborales, a la socialización con personas fuera de nuestro núcleo familiar: colegas, clientes, amigos, jefes, etc.
Esa libertad nos hacia sentir independientes por unas horas de algunas facetas de nuestras vidas, permitiéndonos “equilibrarlas” de algún modo.
Ahora, luego de incontables cuarentenas, con la sicosis que muchos sienten de volver a tener su nariz destapada o de tocar un escritorio, comienza el mundo a pensar en “volver a la normalidad”. Y entra la ignorancia. Aquella que nos dice que no sabemos cómo volver a trabajar en nuestras oficinas después de 19 meses aislados en casa. Justo cuando ya nos habíamos acoplado al trabajo remoto, con sus retos y ventajas, volvemos a pensar en un cambio.
He hablado con varios amigos y me dicen “no sé si quiero regresar a la oficina”; “de pronto 2 días a la semana para cambiar de ambiente y charlar con la gente”; “me gusta poder estar más pendiente y compartir con los niños”; “la libertad de flexibilizar mis horarios sentado trabajando es muy valioso y no puedo tener eso en la oficina cómo antes”
Es una realidad que la independencia, forzada porque no, que hemos tenido para trabajar con flexibilidad en estos meses ha traído mucho valor a nuestras vidas en aspectos personales y familiares.
Pero también trajo retos. Retos gigantes. Retos del tipo “papi quieres jugar conmigo” a las 10:30 am en medio de una reunión con tu equipo de trabajo. Retos del tipo “hoy me toca el almuerzo a mi y tengo 3 llamadas importantes que hacer”; yo mismo me he visto cocinando con el portátil en la cocina y hablando vía bluetooth. (y hay fotos de esto)
Y entonces surge la primera pregunta de fondo: ¿quiero, como trabajador y como ser humano, volver a entregar 10 a 12 horas diarias de mi vida al confinamiento de la oficina?
Un ejercicio apropiado de empatía requiere mirar ambos lados de la moneda con el mejor grado de objetividad, así que pensemos en la empresa, que también ha tenido sus retos y sus beneficios.
Con seguridad los beneficios económicos como resultado de la reducción en el uso de la infraestructura física deben ser notables. Solamente los arriendos son un ahorro potencial grande, sin contar servicios, consumibles, etc. Y este análisis revierte gran importancia ante el ejercicio comprobado durante 18 meses para las empresas que sobreviven hoy en día, pues su actividad se pudo hacer en medio de los confinamientos. Entonces, ¿para qué esos costos?
Las personas que lograron balancear el trabajo y la familia en el mismo espacio, su hogar, seguramente evalúan positivamente el trabajo remoto. Se sienten más felices.
Pero también tenemos los temas de productividad, cultura de control y seguimiento, comunicación directa y en tiempo real y disponibilidad inmediata para atender temas en el mismo momento que surgen. Estas cosas son prácticamente innatas del trabajo en oficina. La virtualidad hace permanente nuestra capacidad de contestar o no una llamada no programada, como lo hacemos regularmente con nuestros celulares. No sabemos si la gente está dedicando el esfuerzo necesario para lograr los objetivos que la empresa se ha trazado. Esta situación es de gran impacto para empresas con una cultura orientada al cumplimiento de horarios.
La empresa ya no se siente con la total libertad e independencia de ejercer control y seguimiento y cada vez más se ve en la necesidad de confiar más y más en sus empleados y sus capacidades, lo cual se ha visto cada vez más cercano y permitido.
Entonces, segunda pregunta de fondo ¿necesito como empresa que mi equipo vuelva a la presencialidad para garantizar mi eficacia, productividad y sentido de logro y pertenencia?
Creo entonces podemos aseverar que la libertad y la independencia que teníamos se vio totalmente transformada durante estos 18 meses en los que Covid nos cambió a toda la humanidad, no siendo ajenas las empresas y el entorno laboral a estos impactos. Y por eso en la medida que los países empiezan a volcar sus esfuerzos a la reactivación económica, llegó el momento de pensar en los procesos de transformación que las empresas van a enfrentar para diseñar su nueva normalidad, sus nuevos acuerdos de independencia y libertad, de derechos y deberes.
Está claro, y siempre lo hemos dicho, los procesos de transformación dependen de una combinación de estrategia, procesos, cultura y tecnología. Esta no es la excepción y es principalmente en los ejes transversales de esta fórmula – procesos y personas – en los que radica el mayor reto. Las soluciones no serán mágicas ni fórmulas estándar que todos podrán aplicar.
Cada empresa deberá entrar a pensar en su propia fórmula de independencia y libertad, en cómo estos nuevos acuerdos impactan el actuar diario de los equipos, manteniendo las actividades claves en altos grados de competitividad, pensando en la cultura empresarial que surge en la distancia, en reinventar la identidad corporativa, en creer de formas diferentes.
Así que yo te dejo con 3 preguntas claves para repensar la independencia y la libertad en este nuevo mundo empresarial que se está gestando:
1. ¿Has establecido un proceso claro de revisión y gestación de acuerdos de libertad, derechos y deberes en el marco de un entorno de trabajo cada vez más remoto?
2. ¿Has identificado aquellas actividades en las que debes ajustar indicadores, metodologías y habilidades para mantener y mejorar tus niveles de productividad corporativos?
3. ¿Has reevaluado las habilidades y competencias humanas que tus equipos deben vivir y expresar para asegurar los niveles de confianza requeridos por este nuevo entorno?
Estas y otras preguntas profundas son necesarias para iniciar tu proceso de transformación hacia tu nueva definición de normalidad e independencia corporativa.
Contáctanos si deseas profundizar en estos conceptos
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Escrito por Fernando Gómez
Director, Evolo Consulting
Agosto, 2021